martes, 30 de noviembre de 2010

SOMATIZACIÓN, CUANDO LA MENTE ENFERMA AL CUERPO

La somatización es el desencadenamiento de síntomas físicos, recurrentes e inexplicables (dolor de cabeza y abdomen, vómito u otros), que interfieren en la vida social y laboral de la persona. Se debe a ansiedad ocasionada por estrés o problemas emocionales.

Sin miedo a equivocarnos, podemos afirmar que dentro de las grandes urbes más de la cuarta parte de las visitas que se realizan por primera vez al médico son causadas por somatización. En efecto, miles de personas acuden a especialistas y centros de salud manifestando dolores gastrointestinales, respiratorios, sexuales y neurológicos, juntos y sin causa aparente; no hay agentes infecciosos ni un cuadro definido de enfermedad, lo que suele ocasionar confusión en los facultativos.

Aunque se desconocen los mecanismos que desencadenan este fenómeno, existen patrones comunes que se repiten en la mayoría de los pacientes: se trata de gente con personalidad egocéntrica, exagerada dependencia de los demás y que proviene de un núcleo familiar en donde se presentan casos similares. Además, las somatizaciones aparecen casi siempre en la adolescencia y en personas del sexo femenino que tienen padres, hermanos u otros parientes varones con comportamiento socialmente conflictivo y tendencias alcohólicas.

También es característico que cuando estas personas tienen la oportunidad de expresar sus molestias a un médico lo hagan de manera dramática y emotiva, refiriéndose a ellas como "una cosa insoportable", "dolores indescriptibles" o "lo peor que pueda imaginarse", y aunque las manifestaciones pueden variar enormemente se presentan más a menudo como dolor de cabeza y abdominal, nausea, vómito, cansancio, pérdida de conciencia y deseo sexual, así como menstruaciones dolorosas y molestias severas durante el coito (en mujeres) y disfunción eréctil (en hombres). Independientemente de esto, son constantes las evidencias psicológicas: ansiedad y depresión.

Los problemas pueden ser más serios si están asociados a mal manejo del estrés y llevan tiempo presentándose, pues en estos casos suelen encontrarse lesiones reales como úlceras en estómago e intestino, taquicardia, molestias similares a las de un infarto, así como hipertensión arterial, respiración rápida y profunda, sensación de asfixia o ataques de asma que inclusive pueden desencadenarse con la presencia en imagen, no física, del elemento que ocasiona alergia.

Rasgos de la personalidad

El individuo que somatiza es extremadamente dependiente en sus relaciones sociales, pide cada vez más apoyo emocional y puede enfurecer cuando siente que no recibe atención ni se satisfacen sus demandas; con frecuencia puede ser descrito como exhibicionista y seductor y, en su afán de manipular a los demás, amenaza con suicidarse (también llega a intentarlo). De esta manera le es posible manifestar un sufrimiento que no puede expresarse de otra manera, e incluso conseguir algunas "ganancias" (influir en algunas personas o manejar ciertas situaciones desfavorables).

Los síntomas presentados son una manera de pedir ayuda y atención; tanta insistencia e intensidad a costa de la propia salud reflejan el deseo excesivo de ser atendido en todos los aspectos de su existencia, aunque no es raro que haya otros propósitos:

  • Evadir responsabilidades de la vida adulta.
  • Impedir involucrarse en trabajos más demandantes u oportunidades de crecimiento importantes, lo que sugiere sensación de incapacidad o culpabilidad (los síntomas obstruyen y castigan).
  • Unificar una familia dividida, debido a que los miembros del grupo se organizan en torno al "enfermo" para olvidar otros conflictos o problemas.

A menudo, las personas con somatización están descontentas con la atención que reciben para aliviar sus síntomas y van de un especialista a otro en busca de una solución; no son capaces de darse cuenta que su problema es básicamente psicológico y por ello presionan a los médicos para ser sometidos a sinfín de tratamientos.

Dificultades para detectar el mal

Los galenos pueden verse obligados a realizar gran cantidad de exploraciones y estudios antes de determinar que su paciente es somático; la duración de esta primera etapa dependerá de la habilidad del especialista que atiende el caso, lo cual es importante, ya que una observación atenta le permite identificar características especificas que hablan de una alteración psicológica, tales como la presencia de tres o más síntomas indefinidos, generalmente en diferentes órganos; persistencia del mal durante periodos de hasta dos años, trastornos de personalidad, depresión, ansiedad o abuso de sustancias estimulantes.

A esto pueden añadirse otras manifestaciones, como robusto historial de pruebas de diagnóstico y visitas múltiples a servicios de urgencia, rechazo a la atención de otros médicos, naturaleza dramática de las quejas, conducta exhibicionista, dependiente, manipuladora y suicida, así como tendencia a recurrir a terapias alternativas bajo excusa de que sienten que "se les presta más atención" a sus quejas.

Pero si esto parece complicado, lo es más que el médico evite a toda costa exponer que el problema es de tipo psicológico (no empleará frases como "lo suyo se debe a nervios" o "usted no tiene nada"), pues entonces el paciente se quejará por desatención y abandonará la terapia. Por esto, el primer principio para un manejo eficaz consiste en que el galeno entienda el sufrimiento del paciente y muestre una actitud interesada y centrada, pues aunque su actitud parezca exagerada, el sufrimiento que se vive siempre es real.

Consideraciones para el tratamiento

La somatización suele fluctuar en su gravedad, pero persiste toda la vida; inclusive, es muy raro encontrar casos en que este mal desaparezca por completo durante largo periodo. Algunas personas se deprimen de manera más acentuada conforme pasan los años, y las referencias al suicidio se hacen más amenazadoras, por lo que el riesgo de que esta tendencia autodestructiva se manifieste es real.

El tratamiento es extremadamente difícil, pues la gente con trastorno de somatización tiende a presentar sentimientos de frustración y a enojarse con brusquedad ante la menor sugerencia de que su padecimiento no es físico; por tanto, los médicos no pueden tratar el problema directamente como de orden psicológico, aún reconociéndolo como tal con toda certeza.

Generalmente, el mejor tratamiento es una relación medico-paciente relajada, firme y de apoyo, donde el especialista ofrezca alivio sintomático y tratamiento farmacológico de padecimientos como ansiedad y depresión, que suelen responder bien (aunque no reducen la "necesidad de estar enfermo"), y protege a la persona de procedimientos diagnósticos o terapéuticos muy costosos, y posiblemente peligrosos, que le proponen algunos oportunistas.

Asimismo, el médico debe permanecer alerta ante la posibilidad de que la persona desarrolle una enfermedad orgánica, y establecerá un calendario de visitas breves pero regulares, que haga innecesario el desarrollo de nuevos síntomas para recibir atención. También puede convencer al paciente sobre la importancia de manejar su estrés adecuadamente y de realizar ejercicio, además de que recomendará la opinión de un psiquiatra para llevar a cabo una terapia y en algunos casos recurrir a tratamientos "benignos", de utilidad científica demostrada, como Acupuntura u Homeopatía, de modo que el paciente se responsabilice de su autocuidado.

Ante todo, y para evitar la frustración en ambas partes, el objetivo no consistirá en eliminar los síntomas, sino en que el médico ayude al paciente a manejarlos o convivir con ellos. Uno y otro deberán aceptar la incertidumbre de no tener un diagnóstico preciso, pero también adquirirán el compromiso de continuar con los cuidados.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

TARTAMUDEZ, DIFICULTAD NO ENFERMEDAD

La tartamudez es una disfluencia o trastorno de la fluidez al hablar, por lo que no es una enfermedad, sino una dificultad involuntaria en el dominio de una técnica. Es más común en hombres en proporción de 4 a 1, y se responde mejor cuando hay tratamiento oportuno.

También llamada balbuceo o habla no fluida, la tartamudez es un desorden del habla que se presenta en dos de cada cien personas y del cual todavía no se conocen sus causas con exactitud, aunque se sospecha que hay un condicionamiento genético.

La distinguimos cuando una persona, principalmente niño de entre 2 y 7 años de edad, muestra características peculiares:

  • Repite con frecuencia algunos sonidos, sílabas o palabras.
  • Al hablar parpadea rápidamente, y suele desviar la mirada de su interlocutor, moviendo y sacudiendo cabeza y manos (tics).
  • Labios y mandíbula tiemblan, además de que es común observar gesticulación exagerada de la boca.
  • Manifiesta visible tensión emocional y física.

Ciertamente, la persona tartamuda no es menos hábil o inteligente que otros individuos, pero el entorno social contribuye a acentuar su problema a través de burlas y parodias que son producto del desconocimiento de esta singular alteración, por lo que es conveniente que los padres de niños que "se traban al hablar" conserven la calma ya que, además, regaños o exigencias para abandonar este hábito resultan contraproducentes. Igualmente, quienes convivan con un adolescente o adulto con disfluencia deben hacer más por comprender que por criticar.

Tipos y causas

Debe aclararse que existen varios tipos de tartamudez:

  • Neurogénica. Se produce debido a problemas en la transmisión de señales entre cerebro, nervios y músculos.
  • Psicógena. Se cree que su origen está en el área cerebral que dirige pensamiento y razonamiento. Este tipo de tartamudez puede ocurrir en personas con una enfermedad mental o en quienes han experimentado estrés mental o angustia; sin embargo, aunque esta condición puede causar problemas emocionales, no se cree que sea el resultado de éstos.
  • Del desarrollo. También conocida como "disritmia del discurso" o "tartamudez funcional o fisiológica", es el tipo más común y ocurre en los niños; se debe a que, conforme se desarrollan los procesos de habla y lenguaje, los pequeños no son capaces de emitir todos los sonidos.

De los 2 a los 7 años de edad, todo individuo atraviesa por un período normal de tartamudez; es común que al comenzar a hablar se repitan algunas sílabas o haya demora para iniciar la pronunciación de una palabra, pues aunque ya se maneja buena cantidad de vocablos y noción de cómo combinarlos, todavía no existe la seguridad de que se haga buen uso del lenguaje.

Si bien la predisposición a tartamudear puede transmitirse de padres a hijos, a menudo hay factores durante el aprendizaje del habla que pueden hacer que este problema sea fijo y no condición transitoria:

  • Padres muy ansiosos, exigentes, agresivos o drásticos con sus hijos, quienes esperan que los pequeños hablen, piensen y actúen como adultos.
  • Retrasos en el desarrollo del lenguaje.
  • Ambiente hogareño tenso, competitivo y de mínimas oportunidades de diálogo entre sus integrantes.

Debido a que algunos niños reaccionan a tales actitudes con miedo y tensión, es mayor la probabilidad de que el tartamudeo persista. Cierto, padres u otros familiares no tienen la culpa directa de esta disfluencia, pero su actitud es crucial en la evolución del problema.

¿Hay algún tratamiento?

Cuando los padres estiman que los problemas del habla de su hijo persisten e impiden su adecuada convivencia, o bien, un adolescente o adulto se considera con gran dificultad para expresarse, es conveniente acudir a un especialista en habla (psicólogos o psiquiatras especializados en trastornos del lenguaje), a fin de que se realice el diagnóstico con base en dos aspectos: historia del desarrollo del desorden y resultados de pruebas de habilidades.

Aunque se estima que no existe cura definitiva para la tartamudez, un diagnóstico oportuno puede evitar que se vuelva un problema de toda la vida. El tratamiento será más efectivo en cuanto más temprano se distinga el problema, y se especificará de acuerdo con la edad del paciente, estado general de salud, historia médica, avance del desorden, aceptación de determinados medicamentos (en caso de que el problema se deba a ansiedad y sea tratado por un psiquiatra), procedimientos o terapias, y preferencia del paciente (o de su familia).

El objetivo del tratamiento es concentrarse en volver a aprender a hablar o deshacerse de los modos incorrectos en el uso del lenguaje, en ocasiones con ayuda de medicamentos y dispositivos electrónicos. Asimismo, y ya que la tartamudez se vincula con situaciones traumáticas cuyas vivencias se encuentran vigentes en el inconsciente (de ahí también los tics), se recomienda que estos pacientes acudan a psicoterapia, pues la experiencia ha demostrado que a partir de las primeras sesiones se pueden alcanzar muy buenos resultados.

Básicamente, lo que se buscará es que el paciente haga consciente la circunstancia que lo llevó a la disfunción, y a que no se elaboren fantasías de minusvalía o agresión. En particular, el adulto que padece tartamudez debe comprender que es una persona que también tiene autoridad, capacidades y medios para defenderse, de modo que se elimine la carga anímica y social que causa tensión.

Recomendaciones para todos

La tartamudez no es una dificultad que atañe a una sola persona, sino que es también de incumbencia familiar, profesional, educativa y social. Por ello, hacemos un recuento de consejos para que se ayude a un niño o adulto tartamudo a superar su problema:

¿Qué hará un padre o madre para ayudar a su hijo tartamudo?

  • Debe proporcionar una atmósfera relajada en el hogar, tanto para que el pequeño tengan oportunidad de hablar como para que él pueda escuchar atentamente; se debe sostener una plática de al menos 5 minutos, diariamente.
  • Se recomienda esperar a que el niño diga las palabras sin que se le interrumpa o complete la idea.
  • Se evitará pedir que el niño hable para otros.
  • Usted puede hablar lentamente y de forma relajada, a fin de animar al chico a pronunciar de la misma manera.
  • Se procurará no criticar, castigar o pedir que el pequeño repita las palabras correctamente. El progenitor puede esperar 1 ó 2 segundos antes de responder, con lo que ayudará a aliviar la tensión.
  • Cuando el niño tartamudea, su tutor, sin prisa alguna, le responderá empleando algunas palabras que utilizó; por ejemplo, si dice: "m-m-mira, est-t-tá lloviendo-do", se le debe contestar lentamente: "sí, hijo, está lloviendo, ¿te gusta ver llover?".
  • Ante todo, los padres deben respetar y querer a su hijo, haciéndole saber de manera abierta que se le ama y se valora el tiempo que pasan juntos.
  • Se hablará abiertamente sobre tartamudez si el niño saca el tema.

¿Cómo actuará un profesor cuando un niño en su grupo presenta disfluencia?

  • Si observa burlas hacia el niño con problemas para hablar, conversará con sus alumnos acerca del respeto y la comprensión que hay que observar por las diferencias individuales.
  • También es muy útil dejar de tarea que investiguen acerca de qué es la tartamudez.
  • Si algunos compañeros persisten en su actitud, hablará con ellos aparte y les explicará que tartamudear representa un problema para ese niño y que las burlas pueden agravar su situación; no deben ser castigados, sólo corregidos.
  • Puede fomentar normas para hablar en sus pupilos: que nadie interrumpa o termine las palabras en lugar de otros chicos.
  • Asimismo, indicará abiertamente que los alumnos pueden tomarse todo el tiempo que necesiten para responder.
  • Tratará al niño con disfluencia de la misma forma que trata a sus compañeros, y sólo al inicio le realizará preguntas que pueda contestar con pocas palabras.
  • Es muy útil que hable con el pequeño en privado y le explique que su forma de hablar no es molesta, de modo que adquiera confianza y solicite ayuda cuando lo necesite.
  • Debe reunirse con los padres del niño que tartamudea para conocer sus expectativas y preocupaciones.
  • Si duda cómo ayudar al pequeño, se le recomienda consultar a un especialista, y si el niño asiste a terapia, puede pedir orientación a la persona que lo atiende.

Trato con un adolescente o adulto tartamudo

  • Se eliminarán comentarios como: "habla más despacio", "no te pongas nervioso" o "relájate", pues se crea más tensión.
  • Se evitará completar las frases.
  • Debe mantenerse el contacto visual, nunca avergonzarse, hacer mofa o reírse de la situación.
  • Al dirigirse hacia un tartamudo se utilizará un ritmo pausado y tranquilo, pero sin parecer poco natural o exagerado.
  • Se hará saber a la persona con disfluencia que lo más importante es lo que dice y no cómo lo dice.
  • Si la persona sale bien del bloqueo o habla con fluidez, se evitarán frases como: "¡qué bien lo hiciste!", "felicidades", ya que esto hará que el tartamudo se sienta evaluado cada vez que habla.
  • Ante todo, cuando se converse con un tartamudo se deberá comportarse igual que lo haría con cualquier otra persona.

Finalmente, esta ayuda contribuirá a que la persona con disfluencia alcance una tasa adecuada de habla fluida y a que comience a cambiar la imagen y concepto que tiene de sí mismo.

lunes, 22 de noviembre de 2010

HERNIA INGUINAL, CUIDADO CON LOS ESFUERZOS

Obesidad, embarazo, levantar mucho peso y hacer esfuerzos para defecar pueden ocasionar que el intestino traspase una zona débil ubicada entre el músculo abdominal e ingle y forme protuberancia dolorosa llamada hernia inguinal, la cual debe tratarse de inmediato.

Se puede decir que un paciente con hernia corre peligro cuando el órgano que está formando la prominencia (en este caso el intestino) comienza a ser oprimido por el espacio donde salió, lo que deriva en insuficiente aporte de sangre y obstrucción de sus funciones. Lo anterior representa una emergencia médica, por lo que es necesario aprender a identificar sus síntomas y buscar ayuda a la brevedad en caso de que se presenten.

Las molestias incluyen:

  • Abultamiento en ingle (cerca del muslo).
  • Dolor leve o fuerte.
  • Fiebre.
  • Obstrucción parcial o completa del intestino (retención de heces).

¿Qué hacer?

Una vez que el paciente manifiesta los malestares antes referidos es muy importante que acuda cuanto antes al gastroenterólogo, quien ante los signos que presenta el paciente confirmará el diagnóstico mediante exploración física. Cabe destacar que en ocasiones se considera conveniente solicitar estudios de rayos X, a través de los cuales es posible apreciar tejidos y órganos para ver si hay algún bloqueo en el intestino.

Asimismo, es preciso tomar en cuenta la intensidad de los síntomas, ya que ello puede indicar si el paciente está sufriendo algún inconveniente.

Los cuadros clínicos más comunes son:

  • No complicada. Al ser palpada se hunde sin ningún problema por el orificio por el que salió.
  • Incarcerada. No retorna al lugar por donde afloró cuando paciente o doctor intentan hacerlo y es muy dolorosa.
  • Estrangulada. Tampoco es posible regresarla por el orificio por donde brotó, está comprimida y sufre deficiente circulación sanguínea, problema que puede derivar en muerte intestinal y perforación.

El tratamiento de la hernia inguinal siempre es quirúrgico, pero la técnica empleada será determinada con base en lo siguiente:

  • Edad.
  • Estado general de salud.
  • Historia médica.
  • Avance del problema.
  • Tolerancia a determinados medicamentos, procedimientos o terapias.
  • Opinión del paciente.

Una vez que el cirujano valora los datos anteriores decide si la cirugía, llamada hernioplastia, será abierta (método convencional) o laparoscópica (mediante la inserción de tubos y diminuta cámara), pero de cualquier forma es importante saber que esta intervención tiene como fin reintroducir el intestino y reforzar la pared inguinal con una malla especial o tejidos del propio paciente.

Ahora bien, en caso que el órgano que formaba la hernia se encuentre retorcido o si hay heces atrapadas será necesario extirpar una parte de éste, procedimiento conocido como resección intestinal.

Los riesgos que pudiera representar esta intervención quirúrgica no difieren mucho de los de otras cirugías. Entre ellos se encuentran:

  • Reacciones adversas a la anestesia.
  • Problemas respiratorios.
  • Hemorragias.
  • Infecciones.

Después de la cirugía se recomienda tener movimientos suaves, pero no hay que levantar cosas pesadas ni hacer esfuerzos, ya que se podría abrir la herida; asimismo, el paciente no se debe bañar en los primeros cinco días, ya que al mojar la herida se pueden deshacer los puntos de sutura antes de lo previsto y, por ende, presentarse rotura de la piel.

Como puede ver, es indispensable que en cuanto se detecta alguna prominencia, aunque no vaya acompañada de dolor intenso, acuda inmediatamente al gastroenterólogo, de esta manera evitará complicaciones que pueden poner en riesgo su vida. Recuerde que ante todo está la prevención, así que evite los esfuerzos, procure incluir en su dieta gran cantidad de frutas, verduras, cereales y agua (para combatir el estreñimiento) y si presenta obesidad o sobrepeso busque asesoría del nutriólogo.