La somatización es el desencadenamiento de síntomas físicos, recurrentes e inexplicables (dolor de cabeza y abdomen, vómito u otros), que interfieren en la vida social y laboral de la persona. Se debe a ansiedad ocasionada por estrés o problemas emocionales.
Sin miedo a equivocarnos, podemos afirmar que dentro de las grandes urbes más de la cuarta parte de las visitas que se realizan por primera vez al médico son causadas por somatización. En efecto, miles de personas acuden a especialistas y centros de salud manifestando dolores gastrointestinales, respiratorios, sexuales y neurológicos, juntos y sin causa aparente; no hay agentes infecciosos ni un cuadro definido de enfermedad, lo que suele ocasionar confusión en los facultativos.
Aunque se desconocen los mecanismos que desencadenan este fenómeno, existen patrones comunes que se repiten en la mayoría de los pacientes: se trata de gente con personalidad egocéntrica, exagerada dependencia de los demás y que proviene de un núcleo familiar en donde se presentan casos similares. Además, las somatizaciones aparecen casi siempre en la adolescencia y en personas del sexo femenino que tienen padres, hermanos u otros parientes varones con comportamiento socialmente conflictivo y tendencias alcohólicas.
También es característico que cuando estas personas tienen la oportunidad de expresar sus molestias a un médico lo hagan de manera dramática y emotiva, refiriéndose a ellas como "una cosa insoportable", "dolores indescriptibles" o "lo peor que pueda imaginarse", y aunque las manifestaciones pueden variar enormemente se presentan más a menudo como dolor de cabeza y abdominal, nausea, vómito, cansancio, pérdida de conciencia y deseo sexual, así como menstruaciones dolorosas y molestias severas durante el coito (en mujeres) y disfunción eréctil (en hombres). Independientemente de esto, son constantes las evidencias psicológicas: ansiedad y depresión.
Los problemas pueden ser más serios si están asociados a mal manejo del estrés y llevan tiempo presentándose, pues en estos casos suelen encontrarse lesiones reales como úlceras en estómago e intestino, taquicardia, molestias similares a las de un infarto, así como hipertensión arterial, respiración rápida y profunda, sensación de asfixia o ataques de asma que inclusive pueden desencadenarse con la presencia en imagen, no física, del elemento que ocasiona alergia.
Rasgos de la personalidad
El individuo que somatiza es extremadamente dependiente en sus relaciones sociales, pide cada vez más apoyo emocional y puede enfurecer cuando siente que no recibe atención ni se satisfacen sus demandas; con frecuencia puede ser descrito como exhibicionista y seductor y, en su afán de manipular a los demás, amenaza con suicidarse (también llega a intentarlo). De esta manera le es posible manifestar un sufrimiento que no puede expresarse de otra manera, e incluso conseguir algunas "ganancias" (influir en algunas personas o manejar ciertas situaciones desfavorables).
Los síntomas presentados son una manera de pedir ayuda y atención; tanta insistencia e intensidad a costa de la propia salud reflejan el deseo excesivo de ser atendido en todos los aspectos de su existencia, aunque no es raro que haya otros propósitos:
- Evadir responsabilidades de la vida adulta.
- Impedir involucrarse en trabajos más demandantes u oportunidades de crecimiento importantes, lo que sugiere sensación de incapacidad o culpabilidad (los síntomas obstruyen y castigan).
- Unificar una familia dividida, debido a que los miembros del grupo se organizan en torno al "enfermo" para olvidar otros conflictos o problemas.
A menudo, las personas con somatización están descontentas con la atención que reciben para aliviar sus síntomas y van de un especialista a otro en busca de una solución; no son capaces de darse cuenta que su problema es básicamente psicológico y por ello presionan a los médicos para ser sometidos a sinfín de tratamientos.
Dificultades para detectar el mal
Los galenos pueden verse obligados a realizar gran cantidad de exploraciones y estudios antes de determinar que su paciente es somático; la duración de esta primera etapa dependerá de la habilidad del especialista que atiende el caso, lo cual es importante, ya que una observación atenta le permite identificar características especificas que hablan de una alteración psicológica, tales como la presencia de tres o más síntomas indefinidos, generalmente en diferentes órganos; persistencia del mal durante periodos de hasta dos años, trastornos de personalidad, depresión, ansiedad o abuso de sustancias estimulantes.
A esto pueden añadirse otras manifestaciones, como robusto historial de pruebas de diagnóstico y visitas múltiples a servicios de urgencia, rechazo a la atención de otros médicos, naturaleza dramática de las quejas, conducta exhibicionista, dependiente, manipuladora y suicida, así como tendencia a recurrir a terapias alternativas bajo excusa de que sienten que "se les presta más atención" a sus quejas.
Pero si esto parece complicado, lo es más que el médico evite a toda costa exponer que el problema es de tipo psicológico (no empleará frases como "lo suyo se debe a nervios" o "usted no tiene nada"), pues entonces el paciente se quejará por desatención y abandonará la terapia. Por esto, el primer principio para un manejo eficaz consiste en que el galeno entienda el sufrimiento del paciente y muestre una actitud interesada y centrada, pues aunque su actitud parezca exagerada, el sufrimiento que se vive siempre es real.
Consideraciones para el tratamiento
La somatización suele fluctuar en su gravedad, pero persiste toda la vida; inclusive, es muy raro encontrar casos en que este mal desaparezca por completo durante largo periodo. Algunas personas se deprimen de manera más acentuada conforme pasan los años, y las referencias al suicidio se hacen más amenazadoras, por lo que el riesgo de que esta tendencia autodestructiva se manifieste es real.
El tratamiento es extremadamente difícil, pues la gente con trastorno de somatización tiende a presentar sentimientos de frustración y a enojarse con brusquedad ante la menor sugerencia de que su padecimiento no es físico; por tanto, los médicos no pueden tratar el problema directamente como de orden psicológico, aún reconociéndolo como tal con toda certeza.
Generalmente, el mejor tratamiento es una relación medico-paciente relajada, firme y de apoyo, donde el especialista ofrezca alivio sintomático y tratamiento farmacológico de padecimientos como ansiedad y depresión, que suelen responder bien (aunque no reducen la "necesidad de estar enfermo"), y protege a la persona de procedimientos diagnósticos o terapéuticos muy costosos, y posiblemente peligrosos, que le proponen algunos oportunistas.
Asimismo, el médico debe permanecer alerta ante la posibilidad de que la persona desarrolle una enfermedad orgánica, y establecerá un calendario de visitas breves pero regulares, que haga innecesario el desarrollo de nuevos síntomas para recibir atención. También puede convencer al paciente sobre la importancia de manejar su estrés adecuadamente y de realizar ejercicio, además de que recomendará la opinión de un psiquiatra para llevar a cabo una terapia y en algunos casos recurrir a tratamientos "benignos", de utilidad científica demostrada, como Acupuntura u Homeopatía, de modo que el paciente se responsabilice de su autocuidado.
Ante todo, y para evitar la frustración en ambas partes, el objetivo no consistirá en eliminar los síntomas, sino en que el médico ayude al paciente a manejarlos o convivir con ellos. Uno y otro deberán aceptar la incertidumbre de no tener un diagnóstico preciso, pero también adquirirán el compromiso de continuar con los cuidados.